Cultura
Javier Toro Blum: “Pensar en arte vendible o no vendible es una visión arcaica”
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Su arte es también física, arquitectura, astronomía, lenguaje, psicología, escultura, fotometría. Todas estas disciplinas, sus referencias, técnicas, y las reflexiones que pueden provocar, confluyen en obras que su autor define como “objetos performativos”.
Un trabajo que comenzó de manera poco convencional: Javier Toro Blum (1983) participó en un grupo de poesía experimental, una incursión clave pues ahí comenzó a entender el concepto de “obra de arte” no sólo como un objeto, sino más bien como un generador de sensaciones.
“Me di cuenta que mucho del arte se relacionaba con el lenguaje y la psicología; que no sólo estaban los medios tradicionales, sino que había espacio para las ideas que yo tenía y eso me pareció muy atractivo”, cuenta antes de detallar el segundo hito en su camino como artista: la psicología.
Estudió esa carrera dos años, además de tomar cursos de arquitectura y diseño que, dice, le sirven hasta el día de hoy para desarrollar sus trabajos. Finalmente, el timón giró hacia las artes visuales. Ahí terminó por unirse todo.
Se graduó de la Universidad Católica con un examen de grado sobre percepción en la oscuridad– unos objetos casi alucinatorios generados por modificación de arquitectura y sistemas lumínicos– continuó con un intercambio de egresados en Nueva York, volvió a Chile para su primera exhibición, en Matucana 100, y luego volvió a estudiar, esta vez un máster en escultura en el Royal College of Arts, en Londres, donde decidió seguir profundizando en las investigaciones sobre percepción y luz.
Desde entonces suma una decena de exhibiciones individuales y colectivas en Santiago, París, Lisboa, Londres y Milán, además de destacadas colaboraciones como la que hizo este año con Dior: una reconstrucción de la cartera Lady Dior usando su distintivo patrón de manera geométrica, generando así una especie de nuevo bolso que el observador construye de acuerdo a su percepción y gracias al juego de luces, sombras y perspectivas pensado por Toro.
El artista ha sabido moverse y jugar con diferentes posibilidades y formatos. Sus obras van desde cajas de luz a intervenciones urbanas. Hoy, con quince años de trayectoria, Toro es tajante: “Sí se puede vivir del arte, pero no hay que esperar que eso pase, sino uno hacerlo pasar. El punto de partida es entender qué es lo que hago, qué quiero hacer y de qué manera eso se inserta en el mundo o cómo puedo proponer una manera alternativa de insertarlo”.
Para hacer precisamente eso, Toro postuló a becas y diseñó muebles, lo que le permitió desarrollar un lenguaje y construir un mercado. En ese proceso entendió que, si bien le gustaban los objetos y estos eran vendibles en algunos contextos, también lo alejaban de la posibilidad de ganar ciertos fondos.
“Muchas veces al empezar uno postula a todo, pero hay que ser honesto, ver lo que uno hace y darse cuenta con qué agentes culturales vas a dialogar, pero creo que pensar que hay arte vendible y arte no vendible es una visión arcaica. Que te compren una obra es una forma de financiamiento, pero ganar fondos o hacer residencias son otras maneras de financiar tu trabajo.
La tarea es saber lo que uno hace y dónde lo presentas, para no dar palos de ciego”, señala.
Hoy domingo es el último día para visitar su muestra Entre la luz y la oscuridad, compuesta por más de 20 obras, muchas de ellas inéditas y creadas especialmente para esta ocasión.
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